La independencia puede ser una lucha constante. Cuando somos adultos, y tenemos una experiencia más o menos clara de ser independientes (y autosuficientes), parece que es algo fácil de lograr o que no representa ningún conflicto en nuestras vidas. Sin embargo, sólo hace falta volver la mirada hacia atrás para darnos cuenta de que ha sido uno de los principales conflictos en nuestras vidas.
Por ejemplo, cuando nacemos y estamos en las primeras etapas de nuestro desarrollo, la independencia es prácticamente invisible: necesitamos de nuestros padres y las personas a nuestro alrededor para un sinfín de cosas, desde la alimentación y el sustento físico hasta el cariño, amor y seguridad que permiten que nos desarrollemos emocional y mentalmente. Conforme vamos desarrollándonos, hay un impulso que nos lleva a vivir el mundo cada vez con menos apoyos externos. Por ejemplo, el psicólogo John Bowlby habló acerca de la importancia que tiene para el niño poder mantener una sensación de seguridad a pesar de que su madre no esté con él durante unos momentos. Él daba una imagen muy clara: cuando la madre es capaz de salir del cuarto durante unos minutos, y el niño puede quedarse tranquilo e incluso recibirla de regreso con alegría, estamos hablando de un buen desarrollo psicológico.
Entonces, podemos hablar acerca de una relación entre bienestar psicológico y la independencia. Carl Jung, un psicoanalista muy importante del siglo 20, estableció como la meta más importante en terapia la individuación, que significa, a grandes rasgos, tener la suficiente introspección para encontrar tu propio y verdadero ser, aquel que existe más allá de las imágenes e impresiones que nos han dejado los demás a muchos niveles.
Es claro que, desde el lugar donde lo veamos, la independencia es una señal de bienestar psicológico. Sin embargo, no debemos olvidar que la independencia es sólo una de muchas necesidades que tenemos, y que coexiste también con la necesidad de contacto, de relación. Es por esto que no hay una respuesta fácil al crecimiento humano, pues constantemente debemos mediar entre polos que son (aparentemente) opuestos. En este caso, debemos reconocer que, para realmente ser independientes y autosuficientes, necesitamos tener nuestra necesidad de contacto clara y presente, y saber que para realmente poder hacernos cargo de nuestras necesidades, a veces vamos a necesitar de los demás.
Durante nuestro crecimiento, el medio ambiente y nuestra necesidad de independencia pueden entrar en conflicto constantemente, pues es difícil que haya claridad real sobre lo que está pasando. Es muy común el ejemplo del adolescente que se siente más maduro de lo que sus papás lo tratan, y de los papás que ven a su hijo menor de lo que él se siente. Como en cualquier conflicto, es importante reconocer ambos puntos y tomar lo valioso de cada uno: la voluntad de crecimiento y expansión del adolescente y el deseo de ayuda y contención de los padres. En estos casos, ayuda mucho tener una tercera parte que asista y medie al conflicto, como un psicoterapeuta, pues esto permite a las partes tener menos interacciones dañinas y resuelve los conflictos con mayor facilidad.
Fuentes:
Bowlby, J. (1988). A Secure Base: Parent-Child Attachment and Healthy Human Development. Londres, Reino Unido: Routledge.
Jung, C.G. (2012). Man and his symbols (18th ed.). Ostfildern, Germany: Patmos Verlag.
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