En la publicación pasada hablamos acerca de la relación entre el sentido de vida y la psicoterapia, y cómo un sentido de vida claro y fluido puede ayudar enormemente a la salud mental. Esta semana me gustaría hablar acerca de la importancia que tiene la espontaneidad en la psicoterapia, y, aunque puedan parecer experiencias totalmente diferentes, encontrar la relación que puede tener con el sentido de vida.
Fritz Perls, co-creador (junto con Laura Perls) de la Gestalt, recalcó en varias ocasiones la importancia de la espontaneidad en la terapia. Como lo menciona en su libro Terapia Gestalt: teoría y práctica, la espontaneidad es una de las metas a las cuales aspiramos durante un proceso psicoterapéutico. Esto significa que no es una cualidad que tengamos en el día a día, pues Perls es claro en que vivimos jugando diferentes roles y planeando estrategias a lo largo de nuestro día, dejando muy pocas experiencias de verdadera espontaneidad. Al profundizar en esta vivencia, Perls habla de la espontaneidad como una capacidad de contactar de forma totalmente honesta y verdadera con un otro, sin la necesidad de escondernos detrás de las máscaras que nos ponemos como roles sociales (“abogado” “doctor” “estudiante”).
Lo que la espontaneidad permite es un flujo libre de necesidades. Es decir, cuando somos capaces de admitir nuestras necesidades, y llevar a cabo las acciones que nos ayuden a cumplirlas, de forma simple, abierta y sin causar daño a otros, estamos en un estado de espontaneidad. Por supuesto, esto suena mucho más fácil de lo que realmente es: admitir y ser honesto respecto a nuestras necesidades (que son muchísimas), requiere aceptar que somos vulnerables y nos pone en contacto con la realidad de que requerimos del contacto con las personas y el mundo para existir, no podemos hacerlo nosotros solos. Puede que sea fácil admitir y trabajar en algunas, pero definitivamente habrá otras que nos cueste trabajo simplemente reconocer.
Además, lo vuelve más complejo el hecho de que, en ocasiones, disfrazamos algunas necesidades que nos hacen sentir demasiado vulnerables con otras que nos dan más comodidad. Por ejemplo, alguien que necesita cariño pero se siente demasiado inseguro admitiéndolo, podría pensar que lo que necesita es tener dinero, e inventar cualquier justificación para estar constantemente buscando dinero (pues en realidad nunca se satisface su verdadera necesidad: el cariño). Por supuesto, todo este proceso no se hace conscientemente.
Una forma de visualizarlo es la siguiente: Perls integró el concepto de Figura-Fondo con la psicología, poniendo a aquella necesidad que se esté haciendo presente en el momento como la figura y al resto de nuestras necesidades como el fondo. Una vez que la necesidad se cumple, pasa a ser parte del fondo, y otra necesidad (que previamente estaba en el fondo), pasa a estar en la figura. Como nunca dejamos de tener necesidades, éstas se encuentran constantemente en flujo, siempre y cuando estemos pudiendo cumplirlas. Para poder cumplirlas, debemos ser capaces de admitirlas, y llevar acabo las acciones que esa necesidad requiera.
Digamos que alguien tiene necesidad de compañía, se encuentra pasando un momento difícil y tener gente a su alrededor le ayudaría a sobrellevarlo. Si esta persona es capaz de admitir que necesita compañía, y pedirla a quien cree que puede dársela, esta necesidad pasará al fondo y otra pasará a ser la forma. Sin embargo, si ésta persona se sobreidentifica con su rol de “persona de negocios importante”, probablemente no querrá admitir que necesita compañía, pues las personas de negocios sólo necesitan ser exitosos en su trabajo, y esto dejará su necesidad incompleta, impidiendo además que pueda dirigir su atención al cumplimiento de las demás necesidades.
Para Frankl, el sentido de vida puede encontrarse a través de realizar una acción. Como mencionaba, el sentido de vida es algo que puede presentarse en momentos y acciones aparentemente sencillas y sin importancia. Reconectar con nuestras necesidades, como lo sugiere Perls, y reconocer qué acción requieren de mí, es la mejor manera de ir encontrando el sentido personal de mi vida, pues cada necesidad que se va presentando, da la pauta de una acción a seguir que, en un panorama más grande, podría verse como el sentido de nuestras vidas.
Fuentes:
Frankl, V. (1946). El hombre en busca de sentido. Barcelona, España: Herder.
Perls, F. (1975). Terapia Gestalt: Teoría y práctica. Ciudad de México: Editorial Pax
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